ÂNGELBLAU EN LAS JORNADAS DE VICKI BERNADET:
ABUSO SEXUAL INFANTIL, EDUCACIÓN SEXO-AFECTIVA Y PRIMERA INFANCIA
La primera infancia, que comprende de los 0 a los 6 años, es un momento clave en el desarrollo de niños y niñas. El lenguaje, el tipo de vínculo afectivo y la comprensión de la realidad que los rodea son algunas de las capacidades que empiezan a desarrollarse en estos primeros años de vida (Juárez et al., 2011).
A pesar de que hay mucho conocimiento sobre el estadio inicial de desarrollo, pocos son los estudios que hacen referencia al abuso sexual infantil (a partir de ahora, ASI).
Es por este motivo por el cual el abuso en estos niños y niñas es considerado invisible. En otras etapas vitales, como informan Cantón-Cortés et al. (2015), la información sobre el ASI está mucho más estudiada, facilitando así la detección y prevención.
¿POR QUÉ HAY POCA INFORMACIÓN?
¿Por qué hay poca información en referencia a los abusos sexuales infantiles en niños y niñas preescolares?
Porque los victimarios acostumbran a ser los cuidadores principales y por la dificultad en la detección a causa del estado del desarrollo del niño (Francia et al., 2018).
Los pocos estudios que se han realizado (Cortés et al., 2011) afirman que entre el 20 y el 35% de los menores abusados se encuentran en esta franja de edad.
Además, los ASI en su mayor parte (un 80% aproximadamente) son cometidos dentro del ámbito familiar o amigos próximos (Francia, 2018; Pereda et al., 2007).
Hace falta, pues, entender algunos aspectos esenciales de los/as niños/as, de las familias y de la educación.
¿CÓMO SON LOS/AS NIÑOS/AS Y NIÑAS DE 0 A 6 AÑOS?
Toda etapa del desarrollo humano tiene sus características definitorias. En los primeros años de vida los/las niños/as aprenden a moverse en un nuevo medio, a hablar y a comunicarse.
Se trata de una etapa extremadamente curiosa por los/as niños/as, donde intentan entenderlo todo para convertirse, poco a poco, en seres independientes.
Pero, a la vez, la presencia de cuidadores cerca es esencial (Cantón-Cortés et al., 2015). Así, padres, madres, educadores, familiares, etc. se convierten en referentes para el/la menor: son aquellos y aquellas enseñan, educan, cuidan, alimentan y quieren.
Cuando menos, los/las menores son muy vulnerables en la etapa preescolar. Hay que entenderlos como si fueran esponjas y absorbieran todo aquello que observan, sea bueno o malo. Por lo tanto, todas las conductas, experiencias y realidades que reciben son importantes y pueden tener una gran incidencia en su vida.
DIFICULTADES EN LA DETECCIÓN DEL ABUSO EN MENORES DE 6 AÑOS
Los/las niños/as que sufren ASI no conforman un único perfil de víctima. En otros artículos publicados en nuestra web, se hace especial relevancia a la individualización de cada caso, a los rasgos de personalidad, resiliencia, configuración del trauma (o no), apoyo, etc.
Si se quiere saber más, recomendamos el artículo ¿El abuso sexual infantil implica siempre un trauma a largo plazo? Cuanto menos, hay algunas consideraciones generales que hay que tener en cuenta.
Una dificultad que se encuentra en este grupo de menores es la difícil detección del abuso, más allá de los rasgos individuales de cada uno de ellos/as. Se pueden dar diferentes factores por los cuales la identificación del abuso no se dé, relacionados con el estado del desarrollo de los/as niños/as.
Como explican Cantón-Cortés et al. (2015), en primer lugar, hay que entender que no siempre hay síntomas, o al menos no observables. Además, los y las niñas están en proceso de aprendizaje del lenguaje, hecho que dificulta su comunicación. A la vez, ellos/as mismos/as pueden desconocer que la situación que han vivido ha sido un abuso, puesto que en ocasiones no tienen capacidad de comprensión de este hecho (Juárez López et al., 2011).
Cuanto menos, los adultos tienen más facilidad para darse cuenta a partir de algunos síntomas comunes que se dan: conductas y vocabulario sexualizados, conductas regresivas, no respetar los límites físicos, agresividad, etc.
LA DISOCIACIÓN DENTRO DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL
Por otro lado, acostumbra a observarse en los/as niños/as víctimas de ASI el fenómeno de la disociación, que también dificulta su detección. La disociación es un concepto psicológico que define el estado en el cual una persona separa sus pensamientos de sus emociones.
Implica una distanciación de la realidad, mecanismo que nuestro cerebro utiliza para soportar experiencias negativas (DSM-V, 2013). Este fenómeno se puede dar en cualquier etapa del desarrollo, también en los/as niños/as preescolares.
Así, se usa la disociación como un mecanismo de defensa, de forma involuntaria, puesto que, a causa de su desarrollo madurativo, no pueden hacer frente a la situación de abuso. Remarcamos, otra vez, que esta respuesta es individualizada: no todos los/as niños/as que sufren ASI se disocian, pero sí que puede ser que algunos lo hagan, aunque tengan una edad muy temprana.
Así, ante las dificultades ligadas a la detección y los efectos adversos derivados del abuso, hay que centrar nuestra atención en la prevención de la ASI y las estrategias de afrontamiento en el supuesto de que se produzca una revelación. Así, hay dos elementos que se constituyen como claves: por un lado, la educación sexual y, por otro lado, la construcción de una red afectiva protectora.
LA EDUCACIÓN AFECTIVO-SEXUAL COMO HERRAMIENTA DE PREVENCIÓN
La educación sexual es un elemento indispensable para proteger los menores del fenómeno del abuso sexual. Esta tarea educadora corresponde, por un lado, a los padres y madres, como agente socializador fundamental, puesto que son personas incondicionales que nos dan un código de intimidad, así como valores éticos y nos otorgan protección; y, por otro lado, la escuela, que debe dotarnos de una educación integral, que incluye una educación sexual positiva, realista, profesional y ética.
Cómo explica Félix López (2005) para dar a los/las menores una buena educación sexual, tenemos que aceptar su sexualidad sin miedo. Aceptarla también implica no negar ni magnificar las manifestaciones sexuales a la infancia, como la masturbación, la curiosidad y las preguntas o los juegos de contenido sexual.
Solo si conocemos y aceptamos cómo es la sexualidad de los/as niños/as, podremos identificar síntomas de abuso.
Así, es fundamental que los/las niños/as tengan un conocimiento básico del cuerpo humano: conozcan sus partes íntimas, qué nombre tienen, así como saber cómo es la sexualidad propia del ser humano (Mirta et al., 2011). Este conocimiento, pero, tiene que ir acompañado de la conciencia de la sexualidad y del cuerpo como algo privado.
Esta privacidad, pero, no se limita únicamente a las partes íntimas. Hay que hacer entender al/la niño/a que todo su cuerpo es privado, que su cuerpo es suyo y que él/ella tiene la capacidad para decidir qué tipo de contacto quiere establecer con las personas: puede rechazar dar un beso a un familiar lejano si no lo conoce, del mismo modo que puede negar un abrazo a una persona que aprecia si en un momento determinado no le apetece darlo. Los/as niños/as deben saber que tienen derecho a decir “no”. Hay que enseñarlos a diferenciar entre aquellas muestras de afecto que les gustan y los hacen sentir estimados, de aquellas con las que no se sienten cómodos/as (Hernández Sánchez, 2008).
Prevenir el abuso sexual en la primera infancia implica trabajar los niveles de afectividad, intimidad y sexualidad. Nosotros escogemos en qué nivel nos entregamos a las personas y el paso de un nivel a otro tiene que ser libre, consciente, pausado y seguro. Es necesario que los/as niños/as aprendan a escuchar su propio cuerpo, localizar las sensaciones que se generan, puesto que la conexión corporal es básica (Horno, 2013).
Desgraciadamente, los/as niños/as y las niñas se pueden encontrar en situaciones abusivas y no saber cómo frenarlas. En el supuesto de que esto pase, es fundamental concienciarlos que en ningún caso ha sido o será culpa suya. Es por eso por lo que hay que haber construido previamente una red afectiva a su alrededor, donde poder brindar ayuda cuando estos/as la necesiten.
DOTAR DE RECURSOS AL NIÑO: LA RED AFECTIVA PROTECTORA
Una vez ya se ha dotado al/la menor de una buena educación sexual y es capaz de reconocer las posibles situaciones de abuso, tenemos que ofrecerle una red afectiva protectora a la cual pueda recurrir en caso de necesitarlo. Necesitan tener referentes positivos de personas que les quieren y les cuidan con los cuales pueden contar.
Cómo explica Pepa Horno (2018), estas personas constituyen la red afectiva protectora, que incluye tanto los vínculos verticales, que son los padres y madres y principales cuidadores, como los vínculos horizontales, los amigos y amigas, así como otras personas de su edad. Tenemos que enseñarles lo que es querer; y, a la vez, a identificar aquellas personas que les quieren bien y con las que pueden contar. Del mismo modo, es importante potenciar la autoestima del/la niño/a: dejarle claro que lo queremos por cómo es, no por el que hace, y que siempre podrá contar con nosotros. Todos estos elementos son estrategias preventivas y, a la vez, facilitarán que el niño recurra a sus adultos de referencia y confianza en el supuesto de que se encuentre en una situación abusiva.
Para terminar, recomendamos los siguientes instrumentos que están enfocados a que los/las niños/as preescolares entiendan el concepto de la privacidad, de su cuerpo, del amor de su alrededor y de la ayuda que pueden pedir si la necesitan. El árbol de Chicoca es un video corto que habla de conocer los genitales y no permitir que sean tocados por personas ajenas. Los libros Kiko y la Mano y Ni un besito a la fuerza también ilustran estos conceptos.
Este artículo ha sido redactado basándonos en la jornada Abuso sexual infantil, educación sexo-afectiva y primera infancia, organizada por la Fundación Vicki Bernadet. Las ponencias fueron realizadas por la Dra. Noemí Pereda, el Dr. George Nikolaidis, el Dr. Félix López, Pepa Horno y la Pilar Polo, a quien agradecemos su participación y trabajo constante por la erradicación de la violencia sexual contra los/as niños/as.
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ARTÍCULO ESCRITO POR LA PSICÓLOGA PAULA LLORENS (VOLUNTARIA EN ÂNGELBLAU) Y LA CRIMINÓLOGA LAURA RUIZ (VOLUNTARIA EN ÂNGELBLAU).
Bibliografía;
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (DSM-5). American Psychiatric Pub.
Cantón-Cortés, D., y Cortés, M. R. (2015). Consecuencias del abuso sexual infantil: una revisión de las variables intervinientes. Anales de Psicología/Annals of Psychology, 31(2), 552-561.
Cortés, M.R., Cantón, J., y Cantón-Cortés, D. (2011). Naturaleza de los abusos sexuales a menores y consecuencias en la salud mental de las víctimas. Gaceta Sanitaria, 25(2), 157-165.
Francia, M. P. M., y de Calatayud, T. D. L. U. (2018). El abuso sexual intrafamiliar. El agresor sexual como pariente o familiar de la víctima. El incesto. Anales: Anuario del centro de la UNED de Calatayud, (24), 129-141.
Hernández Sánchez, M.C. (2008). Educación sexual para niños y niñas de 0 a 6 años: cuándo, cuánto y cómo hacerloMadrid: Narcea.
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Horno, P. (2018). La importancia de la prevención: la educación afectivo-sexual en las distintas etapas de la niñez y la adolescencia. Curso verano Ararteko – Donostia.
Juárez López, J. R., y Sala Berga, E. (2011). Entrevistando a niños preescolares víctimas de abuso sexual y/o maltrato familiar: eficacia de los modelos de entrevista forense.
López, F. (2005). La Educación Sexual de los hijos. Madrid: Pirámide.
Mirta, M., Hurrell, S., Lavari, M., y Zelarallán, M. (2011).Educación sexual integral: para charlar en familia. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación
Pereda, N. y Forns, M. (2007). Prevalencia y características del abuso sexual infantil en estudiantes universitarios españoles.Child Abuse & Neglect, 31, 417–426.