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Me presentaré: me llamo Mohamed, tengo cincuenta y seis años y soy profesor de historia en una escuela secundaria. He sido víctima de abuso sexual por parte de dos primos desde los seis a los nueve años. Uno de los primos tenía dieciocho años y se llamaba Mustafá. En esa época ejercía una enorme presión sobre mí y amenazaba con explicárselo todo a mis padres.  El otro primo, tenía quince años y se llamaba Alí; nunca me agredió con violencia, tampoco me amenazó. Alí ignoraba los abusos que sufría por parte de nuestro primo en común, Mustafá.

Alí era muy dulce y amable conmigo. No me sodomizaba, lo que hacía que pudiera soportar mejor la situación, incluso sin estar de acuerdo con ella o ser receptivo. Trataba de explicarme que se trataba de una educación sexual que su hermano le había dado a él mismo y que todos a esa edad, ya fueran niños o niñas, debían recibir para poder aprender la sexualidad de los mayores antes de la edad adulta y no sentirse impotentes frente a las obligaciones del matrimonio.

Es cierto que soñaba, como todos los niños, con poder crear un hogar y parecerme a mis padres, quienes, a pesar de su educación, me transmitieron un sentimiento de buena armonía y felicidad. Pero me sentía partido entre dos abusos, uno más retorcido que el otro. Fue gracias a mi hermana que pudo desenmascarar a mi primo, el violador. Fue una noche en la que me sorprendió llorando. Mi hermana insistió en que le explicara por qué nuestro primo había llegado unos minutos antes que yo de la granja, sudando. Había oído mis llantos. Si no hubiese salido a la luz ese evidente delito, nunca me habría librado de ese monstruo. De esta manera, también pude deshacerme de Alí, que pronto lo supo y tuvo miedo de ser desenmascarado y tratado como un agresor sexual.

Desafortunadamente, mi hermana, que tenía casi veinte años, me pidió que me callara y guardara el secreto. Cargó sobre mi espalda el peso de la verguenza y el escándalo familiar, que he soportado hasta que llegué a AngelBlau.

La razón del contacto con la asociación es el problema que tengo con la atracción que sentí y siento hacia los niños, como si mi cuerpo hubiera crecido, pero no con la sexualidad correcta. Crecí con la esperanza de casarme algún día y tener una vida familiar. Desafortunadamente, mis deseos hacia los niños me obsesionaron y no dejaron espacio para las mujeres, no entendía lo que me estaba pasando. Sentía pánico por poder parecerme a los monstruos que me acosaban cuando era niño.

El internet vino con todo lo bueno y lo malo. Poder ver en Internet todo lo relacionado con la pedofilia, fue un descubrimiento que me causó muchos problemas. Cuando terminaba el trabajo, no pensaba en otra cosa que no fuera llegar a casa tan pronto como pudiera para reencontrarme con mi amigo, el ordenador. Curiosamente, las imágenes que más asco me daban ocuparon las noches durante algunos años.

Mi madre estaba preocupada porque me veía soltero con treinta y ocho años. Empezó a buscarme chicas que le parecían adecuadas para mí. Decidí ceder por amor a mi madre y para liberarme de esa imagen negativa de «viejo verde» de la familia.

El matrimonio me ayudó a escapar de la pornografía. Tuve dos hijos en mi matrimonio. Tengo sexo con mi esposa en raras ocasiones, pero eso no la desalienta y se ha quedado conmigo. Es cierto que la respeto y la tomo en consideración, pero me sentía culpable por ser quien soy y no poder estar a la altura de sus deseos, que me expresaba algunas veces, con pudor. Me sentía mal internamente cuando la oía vanagloriarse de mi bondad y generosidad, sin poder imaginar por un momento la realidad de mi malestar y mi sufrimiento.

Leyendo los artículos de la asociación, he aprendido que la pedofilia no es una enfermedad, he terminado aceptando como soy y entendiendo que puedo vivir con esto por el resto de mi vida sin herir a los niños.

He comprobado que mis impulsos pedófilos se han reducido con el tiempo. Aunque no nos hayamos visto, me siento liberado del peso que llevaba encima y espero sinceramente y de corazón que algún día podamos vernos en persona. También espero que puedan animar a todas las personas pedófilas a quitarse esta máscara, para que puedan vivir mucho mejor con su conciencia.

Gracias,
Mohamed

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