Me cuesta mirar atrás. Me cuesta mirarme con amor y decir cosas bonitas de mí misma.
Por pura supervivencia seguí adelante sin mirar lo que no me gustaba, sólo mirando adelante dejé de sentir dolor sin darme cuenta entonces que así también renunciaba a sentir placer. Simplemente, dejé de sentir … y sobreviví.
Quisiera volver al punto de partida y experimentar todas y cada una de las emociones que la vida me regala sin tener la sensación de estar montada en una montaña rusa cada vez que los sentimientos me invaden.
Así me siento en el campo emocional, totalmente desbordada, fuera de lugar, patosa, hablando un idioma que no conozco y en el fondo … sé perfectamente lo que me hace falta hacer: aprender a desaprender.
Ya no necesito evitar nada porque vivir lo es todo.
Vivir es sentir, emocionarme, reír y llorar, es amar y querer que me quieran, porqué sin amor no se vive.
Me siento afortunada de sentir que quien me quiere lo hace deseando mi mejor bien, lo hace desde el más sincero de los respetos, porqué el respeto más profundo me lo debo a mí misma.
Conmigo pasaré todo el tiempo de mi vida, es conmigo con quien tengo que estar a gusto,
¡cualquier otra buena compañía es un maravilloso regalo que me da la vida, gracias!
y gracias a mí por saberlo apreciar.
Agradezco elegir vivir habiendo querido morir.
Agradezco saber reír y llorar, compartir y amar, tener ilusión y sentir alegría y también tristeza y seguir con ganas de continuar viva, entendiendo que no soy responsable de muchas de las cosas que me han sucedido, pero me responsabilizo de cómo me las tomo y sobre todo recordar, ¡que antes de muerte … hay vida!