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Violencia sexual infantil en personas con diversidad funcional: cuando el silencio se oculta trás más silencio.

 

Autora: Carla Martí Munné

 

Violencia Sexual Infantil en niños/as y adolescentes con diversidad funcional

La protección y el bienestar de los niños/as y adolescentes son aspectos fundamentales en cualquier sociedad. Lamentablemente, los abusos sexuales infantiles son una triste realidad que afecta a una gran cantidad de personas de todas las edades y condiciones, teniendo en cuenta la alarmante cifra de que 1 de cada 5 niños/as será abusado en la infancia. 

Resulta de cardinal importancia prestar especial atención a lo que ocurre ante este fenómeno con respecto a las personas con diversidad funcional, ya que, atendiendo a sus circunstancias vitales, dinámicas relacionales, e historias de vida, enfrentan desafíos únicos en relación con este grave problema, ante los cuales debemos ocuparnos como miembros de la sociedad.

Se conoce que los infantes con diversidad funcional presentan un nivel de riesgo mayor de ser víctimas de violencia sexual infantil que sus pares sin esta condición.

Nos hallamos ante una cifra más que alarmante, de la cual existe además una gran cantidad de cifra negra, es decir, ingentes cantidades de casos no reportados, no denunciados y, por tanto, no conocidos por las estadísticas que tratan de cuantificar esta problemática.

Victimización y diversidad funcional

Son múltiples las razones que pueden explicar el motivo por el cual los infantes con diversidad funcional son más susceptibles a sufrir victimización infantil y, por extensión, victimización en general. 

Rara vez se tratará de una explicación unicausal, sino de la confluencia de múltiples causas que convergen simultáneamente en la vida de la persona en cuestión.

Se trata de una situación compleja de analizar por el grado de interconexión entre factores, la dificultad de establecer relaciones de causa-efecto y de ponderar el peso que cada uno de dichos factores pueda tener en la casuística final.

Sin embargo, en el presente artículo queremos hacer una mención a algunos de los aspectos que pueden guardar relación con el ASI (abuso sexual infantil) en personas con diversidad funcional. 

Queremos poner sobre la mesa aspectos que ya de por sí están muy invisibilizados y silenciados, como es el caso del fenómeno de los abusos sexuales en la infancia en general, pero que además, al cruzar dicha circunstancia con otros ejes de opresión, aparecen particularidades y desafíos singulares.

Si no nos paramos a considerarlas, permanecerán aún más ocultas si cabe, por tratarse de colectivos estructural y sistemáticamente discriminados y marginalizados. 

La voluntad de este artículo no es la de exponer un catálogo exhaustivo de todas las razones que pueden influir en este hecho, de bien seguro nos dejaremos muchas por tratar, sin embargo su intención es la de dar visibilidad a esta realidad con la que está lidiando o ha tenido que lidiar una gran cantidad de niños/as y adolescentes.

Queremos romper el silencio y poner, de una vez por todas sobre la mesa, aspectos de los que nunca se habla y que han permanecido durante demasiado tiempo bajo un manto de olvido – lo que no se ve, no se siente -, en aras a promover el debate colectivo, la sensibilización y la concienciación social, motores de cambio y transformación. 

Posición de poder

La realidad es que la diversidad funcional, sea cual sea su tipología, su forma de expresión y la gravedad de sus síntomas y/o de su afección en la vida diaria las coloca en una posición de vulnerabilidad (física y/o psicológica). 

Ante esta, fácilmente se podría erigir, en contraposición, una figura que, bajo la justificación (o sin ella) de estar adoptando el rol de cuidador/a, de dador/a, de administrador/a, puede asumir una posición de salvador/a, de héroe/oína, o de persona que se sacrifica por la causa. 

De esta forma adquiere una posición de poder y de superioridad física, psicológica y/o moral que condicionará la totalidad de las relaciones que se establezcan. 

Esta dinámica de verticalidad relacional puede producirse de forma consciente o inconsciente, pero ya estará colocando inmediatamente al niño/a y/o adolescente en:

  • rol de sumisión.
  • aceptación pasiva e incondicional.
  • tener que estar agradecido/a forzosamente por el sacrificio y el esfuerzo del otro/a.
  • sentirse sin derecho a queja, a rebatir o a contradecir.
  • de sentirse en deuda con la otra figura.

En definitiva, de deber mostrar gratitud por el mero hecho de existir, sin importar la calidad de vida.

El rol que acabamos de describir deviene en el caldo de cultivo idóneo para que un/a abusador/a aproveche la oportunidad delictiva para beneficiarse de la vulnerabilidad del infante en cuestión. 

Estamos ante un niño/a que hemos forzado a ser un receptor pasivo de la voluntad externa, a sentir que no tiene derecho a mostrar su propia voluntad y a expresar su negativa, a sentir que cualquier acto de afecto, cariño o compasión debe ser aceptado incondicionalmente, y que debe dar las gracias por cualquier migaja de pan que reciba, ya que no es merecedor/a de más. 

Nos hallamos ante el perfil ideal para cometer un abuso sexual infantil. Esto es muy duro, pero es exactamente así.

Interseccionalidad o la suma de ejes de opresión

Además, cabe mencionar que en los niños/as y adolescentes con diversidad funcional pueden confluir diversos ejes de opresión, más allá del capacitismo, que al interactuar tienen unas consecuencias exponenciales y particulares que queremos destacar. 

Si nos referimos al eje de opresión del género, resulta indispensable explicar que la socialización de género puede acentuar la posición de vulnerabilidad ante las personas socializadas como niñas por el hecho de haber nacido con genitales femeninos, al educarlas en valores de obediencia, docilidad, pasividad y otros valores del heteropatriarcado, volviéndose así aún más vulnerables al ASI. 

Por otro lado, en el caso de las personas socializadas como niños por haber nacido con genitales masculinos, el eje de género se sale completamente de los cánones, sobretodo a partir de la adolescencia.

Al producirse los cambios físico-hormonales de la pubertad y la presión para cumplir con los estereotipos normativos asociados a ella, los adolescentes varones distan de cumplir con el imaginario colectivo que se asocia al prototipo de chico adolescente.

Esto pone en jaque al género y puede generar en esos niños/as mensajes contradictorios de aquello a lo que deben aspirar, por ser insuficientes y no poder alcanzar, en algunos casos, el hito varonil, pero no cumplir con lo esperado por el hito femenino. 

Esta situación puede acarrear una feminización forzosa de estos niños y, como consecuencia de ello, pueden padecer problemáticas asociadas a su autoestima, autoconcepto e imagen corporal.

Además, el hecho de alejarse de la norma puede producir rechazo entre pares de iguales y, como consecuencia, aislamiento y retracción social, haciéndolos más vulnerables a los abusos sexuales infantiles.

Grado de accesibilidad y nivel de exposición

No debemos olvidar otra cuestión de carácter más pragmático, como es la mayor accesibilidad y grado de exposición de los niños/as y adolescentes con diversidad funcional a múltiples escenarios de potencial riesgo. Dichos infantes requieren de la intervención de un mayor número de agentes sociales que sus iguales, para brindarles cuidados especializados, atención médico-sanitaria, etc. 

Cuantas más oportunidades delictivas envuelvan a un/a menor, mayor será su grado de riesgo potencial a poder sufrir una victimización. 

Así mismo, cabe remarcar que, además de estar mucho más expuestos a un nivel físico, en muchas ocasiones tampoco cuentan con una figura que ejerza como guardián protector en todos esos escenarios en los que confluyen múltiples personalidades a su alrededor. 

De este modo se convierten en entornos proclives al fenómeno delictivo por confluir en el mismo espacio-tiempo una víctima vulnerable y accesible, un delincuente motivado y la ausencia de barreras y/o guardianes que costeen la salvaguarda del menor / control social, de acuerdo con la teoría criminológica de la oportunidad delictiva, también conocida como teoría de las actividades rutinarias de Cohen y Felson.

El peso de los estereotipos

Después, a un nivel más estructural, las personas con diversidad funcional se encuentran sistemáticamente asexualizadas por la sociedad, que las ve como eternos niños/as receptores de cuidados y carentes de deseo sexual y/o de capacidad para devenir objeto de deseo ajeno. 

Este hecho, aunque pueda parecer inocuo en fases tempranas de la evolución infantil, resulta todo lo contrario, y puede convertirse en un verdadero factor de riesgo que aumente la probabilidad de convertirse en diana de la victimización sexual. 

El niño/a y, sobretodo, el/la adolescente capta dicho mensaje y va calando irremediablemente en su imaginario, pudiendo responder:

  • A partir de la resignación.
  • Desde el empoderamiento real (es decir, aceptando que los inputs que recibe no tienen porqué ajustarse a la realidad)
  • A partir de un empoderamiento reactivo que tienda a procurar corregir esa balanza y compensar la imagen distorsionada mediante la voluntad de mostrarse hipersexualizado/a/e a los ojos de los demás, en aras a revertir el imaginario colectivo que le daña. 

Desgraciadamente, las capacidades del niño/a o adolescente en cuestión, a nivel de desarrollo madurativo, aún son frágiles en el momento en el que debe enfrentar esta disyuntiva.

Además, entra en juego el hecho de que en la etapa adolescente pasa a adquirir el primer puesto, en la jerarquía de necesidades, la aceptación grupal y la valoración que los demás emitan sobre uno/a mismo/a. Por este motivo, resulta altamente probable que, por falta de recursos psicoemocionales, el/la menor acabe cediendo bien por omisión (aceptando la asexualización, resignándose a ella y asumiéndola como propia) o bien por acción (hipersexualizandose para mostrar su valía personal a los/las demás). 

En la segunda opción, el/la menor se podría llegar a exponer “voluntariamente” a multitud de situaciones de riesgo. Inclusive podría buscar y/o acceder a realizar prácticas o actividades que supongan un delito de violencia sexual infantil (quedar con adultos/as para flirtear, para obtener cariño y sensación de aprobación social, para tener sexo, conectarse a páginas de pornografía de forma precoz, generar contenido y compartir imágenes propias de material de explotación sexual infantil, etc.).

Múltiples factores que pueden aumentar el riesgo de victimización

También resulta imprescindible destacar que, en todas estas dinámicas, pueden converger problemáticas asociadas a la baja autoestima y bajo autoconcepto, a raíz de los prejuicios, estigmas y estereotipos profundamente arraigados en la sociedad, así como como consecuencia de haber vivenciado de primera mano marginación social y/o procesos de bullying por parte de los pares de iguales, así como respuesta de las injustícias socialmente aceptadas que comportan falta de inclusión socio-comunitaria del/de la menor, a modo de violencia estructural. 

El infante en cuestión podría, a raíz de todas o algunas de estas experiencias y situaciones, tender al aislamiento y a la retracción social, potenciando a partir de todo este círculo vicioso, otra vez, el riesgo de sufrir victimizaciones de todo tipo, y sexuales en particular.

Cuando los límites de cada rol se difuminan

Quisiéramos subrayar otra de las problemáticas con las que pueden encontrarse los niños/as y adolescentes con diversidad funcional, y esta es la diseminación de los límites entre el rol de madre/padre y el de la figura del cuidador/a y, por extensión, entre cualquier tipo de parentesco o vinculación social con la otra. 

En muchas ocasiones, el padre o la madre, hermanos o abuelos son quienes deben asumir la figura de cuidador/a principal del niño/a, por falta de recursos económicos que les permitan contratar a una tercera persona o bien por voluntad personal.

Con respecto a los chicos/as en la pubertad, el deseo sexual y la curiosidad por descubrir en propio cuerpo despiertan, como seres sexuados que son. 

En los casos que el/la adolescente no pueda, por razón de las limitaciones de su diversidad funcional, abastecer esta necesidad por cuenta propia, en muchas ocasiones pueden acabar recurriendo a solicitar ayuda física a la figura del cuidador/a principal para poder practicar la masturbación y/o recorrer su corporalidad. En estos casos, los vínculos relacionales pueden hallarse en una situación de extrañeza mútua, vacío legal y en una dinámica crítica a nivel de vínculo, generando una posible incomodidad por ambas partes.

Rol del cuidador/a y/o Asistente Personal (AP)

Una mención aparte merece la figura del cuidador/a o asistente personal. Tanto si esta función es asumida por familiares o amigos, o bien si es delegada a un/a profesional externo/a, en ambos casos pueden generarse dinámicas abusivas, tanto a un nivel físico, psicológico y/o sexual. A veces puede costar dilucidar los límites de su carácter legal o ilegal por el hecho de que dentro de sus funciones profesionales se puede recoger, por ejemplo, la realización de las tareas de higiene íntima, entre otros cuidados que puedan requerir desnudez y tocar el cuerpo del/la menor.

Institucionalización de niños/as y adolescentes con diversidad funcional

Para finalizar con el presente artículo quisiéramos mencionar también los abusos de toda índole que también pueden producirse en los niños/as institucionalizados, por la especial gravedad de su diversidad funcional que requiera una atención especializada 24/7 o por falta de recursos o posibilidades de la familia en cuestión. 

Los abusos producidos en dichos entornos colocan a los niños/as/es en un intenso estado de indefensión que dificulta aún más el hecho de ponerles nombre y alzar la voz para denunciarlos.

En conclusión…

En definitiva, hemos querido hacer un repaso de algunas de las particularidades que pueden darse en los/las menores con diversidad funcional y en cómo su presencia e interrelación con otros factores puede desencadenar una mayor vulnerabilidad a la victimización sexual infantil en estos colectivos. 

Desde ÂngelBlau queremos realizar un llamamiento en torno a la toma de consciencia sobre todas estas problemáticas para que, a partir de la implicación de todos/as podamos revertirlas.

 


Si crees que podemos ayudarte o tienes alguna duda, llámanos al 93 642 53 81, envíanos un correo a info@angelblau.com,o escríbenos en el formulario de contacto que encontrarás en https://angelblau.com/contacto/

ARTÍCULO ESCRITO POR LA VOLUNTARIA CARLA MARTÍ MUNNÉ.

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