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Delitos sexuales entre menores

Hace una década, los casos de violencia sexual entre menores se podían considerar casos aislados. Ahora, tanto la Fiscalía General del Estado (en adelante Fiscalía), como el conjunto de profesionales que trabajan con jóvenes, alertan de un preocupante aumento de este tipo de violencia.

La situación es grave, y tanto la justicia como los/as técnicos/as y psicólogos/as de los distintos servicios sociales que trabajan en estos casos se enfrentan a un difícil reto: encontrar nuevas herramientas y recursos pedagógicos para trabajar con l0s/as jóvenes y conseguir reducir, si no acabar, con la violencia sexual en estas edades tan delicadas.

El Proyecto Berlín para la Prevención Primaria del Abuso Sexual Infantil por Menores (PPJ)

De hecho, el reto es, o debería ser, asumido por toda la sociedad.

Porque algo está fallando, y mucho, si cada dos días se abre una investigación en Catalunya por delito sexual entre menores de 14 a 17 años. Algo está fallando, y mucho, si en el conjunto del Estado se registra un caso de violencia sexual entre jóvenes cada tres horas.

Hay algo realmente preocupante en el hecho de que los delitos sexuales en estas edades dejaran de crecer solamente en el 2020, cuando la pandemia hizo que los jóvenes no pudieran salir de casa durante prácticamente tres meses.

¿Qué está pasando? ¿En qué estamos fallando? La Fiscalía tiene su teoría: los/as jóvenes tienen su primer contacto sexual cada vez en edades más tempranas y su primera toma de contacto es, muy a menudo, a través del consumo de pornografía por internet.

Quién define las relaciones sexuales

La realidad social, según coinciden en afirmar los profesionales en contacto con adolescentes, confirma el escenario que dibuja la Fiscalía: las páginas web pornográficas son los supuestos tutoriales en los que se basan muchos jóvenes para iniciarse en el sexo.

Este hecho, sumado a una tendencia social a la sexualización de los niños y niñas desde una edad cada vez más temprana, y a la banalización de las relaciones sexuales desde diferentes medios, conlleva que el imaginario de cómo tiene que ser una relación sexual sana se esté construyendo sobre unos cimientos muy débiles.

Cuando el aprendizaje sexual se basa en el consumo de vídeos que proyectan una equivocada versión de las relaciones sexuales (con preocupantes elementos de violencia, maltrato y sumisión, entre otros); cuando la moda y la presión social insiste en sexualizar a niñas y niños, y cuando nada de esto se combate con programas eficientes de educación sexual, las cifras de los casos de abusos entre menores no pueden si no subir.

Según la Fiscalía, “la mayoría de los menores denunciados por un delito sexual presentan graves carencias de formación en materia sexual”.

Modelos inapropiados

La adolescencia es ese momento de cambio, el paso de la niñez a la madurez sexual y psicológica, en que los chicos y chicas se enfrentan a la ardua tarea de construir su personalidad. Una parte de este crecimiento es evidentemente personal, pero otra parte, no poco importante, está basada en imitar aquello que les rodea.

Los/as adolescentes imitan los comportamientos que ven, este es un comportamiento humano natural, pero el problema viene cuando el modelo que se elige para copiar no es apropiado y el/la adolescente, con menos recursos que una persona adulta para evaluar las conductas, elige un modelo equivocado al que imitar.

Según datos de la Fiscalía, un elevado número de los delitos sexuales producidos entre menores se llevan a cabo en grupo y, también muy a menudo, son registrados en vídeo o fotografías, y difundidos a través de las redes sociales.

Nos encontramos, entonces, ante una pantalla que ya creíamos haber superado.

El acceso a una pornografía que perpetua unos estereotipos de dominación y violencia, sumado a una falta de educación digital para un buen uso de las redes sociales, está propiciando que los/as jóvenes estén copiando, y difundiendo, conductas insanas.

Los/as jóvenes, una oportunidad

El mensaje que transmiten las cifras sobre casos de violencia sexual entre menores es más que alarmante, pero los/as profesionales que trabajan con este tipo de casos apuntan a una misma posible fuente de esperanza: tratar con jóvenes que han cometido un delito sexual es una oportunidad para reeducar en sí misma.

A diferencia de los adultos, los y las adolescentes están formando su personalidad y, si se les da las herramientas adecuadas, pueden cambiar su rumbo vital.

El reto es ofrecer nuevos recursos pedagógicos para trabajar con los/as adolescentes que han cometido un delito sexual y lograr que entiendan en qué se han equivocado, por qué se han equivocado, el daño que han causado y cómo pueden evitar volver a causarlo.

La luz que nos da esperanza es también la que tiene que ver con las cifras de los/as adolescentes que pasan por los centros de menores por haber cometido algún delito sexual: pocos reinciden.

Ahora toca conseguir actuar antes. Y en esto apelamos a toda la sociedad.

 

Desde ÂngelBlau atendemos a personas que presentan pedofilia y están determinadas en no hacer daño controlando el impulso.
Entre las demandas que recibimos encontramos perfiles de menores de entre 14 y 16 años que nos contactan porque han detectado una inclinación sexual hacia menores.
Creemos que dar una respuesta adecuada en estos casos es fundamental para evitar futuros abusos.

¿Estamos como sociedad preparados/as para escucharlos y atenderlos?

Si crees que podemos ayudarte o tienes alguna duda, llámanos al ☎ 93 642 53 81, o envíanos un correo a info@angelblau.com.

 

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