Skip to main content
search
0

Aprendí a reírme otra vez

Hola, voy a narrar mi línea de vida a través de los momentos más significativos para mí, lo que creo que me ha moldeado y me ha convertido en la persona que soy.

Lo he dividido en varias fases y voy a empezar por la primera infancia:

Durante mi primer año de vida me detectaron una anemia muy fuerte que casi acaba conmigo y desde ese momento mi familia me consideró como la figura más débil y sensible, por lo que creyeron que debían protegerme más, debían tener más cuidado de mi que con el resto.

También recuerdo los primeros gritos de mi padre en casa, sus primeras broncas hacia mí me impactaron mucho porque, como he comentado, durante los primeros años crecí entre algodones. Como ejemplo, recuerdo un día que estaba en la cocina y quería probar cómo sabía el Cola Cao solo, sin leche, y claro, aquello provocó en mi un ataque de tos y, mi padre estaba durmiendo la siesta, se despertó y cuando vio lo que había hecho comenzó a gritar de una forma descomunal, no recuerdo si tenía 3 o 4 años, pero me llamó guarra y me dijo si eso era lo que hacía cuando él estaba descansando. Barbaridades que se quedaron en mi memoria.

Recuerdo las primeras vacaciones con mis abuelos en una aldea muy pequeñita donde después de un tiempo todos nos conocíamos como si fuéramos familia y así pasaba los tres meses de verano, sin padres, sin gritos, solo con mis abuelos, mis hermanos y mis primos.

Allí conocí a mi mejor amiga de la infancia. Ella me enseñó muchas cosas, pero sobre todo me enseñó el valor de la amistad.

En ese mismo lugar ocurrió también, durante mi primera infancia, el primer abuso sexual, no sé la edad que tenía exactamente, supongo que rondaría los 6 años, y a pesar de que es un recuerdo que intenté borrar durante mucho tiempo, cada vez que lo nombro aparece un detalle que no recordaba.

La segunda fase es la infancia:

En esa infancia el recuerdo del abuso sexual que sufrí ya aparece. Sobre todo recuerdo que durante años me escondía del hombre que me abusó. Un día me dio un ahogo muy fuerte y me tuvieron que llevar corriendo al hospital, el médico lo diagnosticó como asma, con lo que he cargado toda la vida, pero es verdad que empiezo a dudar si fue una consecuencia de mi sufrimiento, porque mi asma aparece sobre todo en momentos de ansiedad y tensión.

También recuerdo algo a lo que no le había dado importancia: durante muchos años y hasta los 6 o 7 años dormía con pañal. Mi madre se lo contó al médico y éste le sugirió que utilizara una técnica a través de regalos y premios.  Un tiempo después, ella consiguió que dejara de utilizarlos.

Durante esta etapa, recuerdo muchas broncas de mi padre, muchos gritos, muchas discusiones en casa, muchas peleas en las que prácticamente solo se le escuchaba a él, y aunque he bloqueado mucho de todo eso, sigue estando dentro de mí.

También recuerdo que en el colegio no tenía ganas de estar con mis compañeros. Salvo mi mejor amiga de la aldea, durante ese periodo no recuerdo haber tenido un compañero o compañera de clase al que llamarle amigo o amiga porque sentía que era rara y no sabía por qué.

De los 5 a los 10 años, aparte de esconderme de este señor que abusó de mí, hubo un suceso en el que, un día que yo no esperaba encontrarlo, volvió a intentarlo. Yo volvía de una excursión con mi abuelo, un amigo suyo y con mis amigos, volvíamos en coche, paramos en un bar a tomar algo, mi abuelo y su amigo nos enviaron al coche a sentarnos porque no nos estábamos quietos, para que los dejáramos tranquilos, y yo lo vi en el local, cuando llegué al coche, cerré las puertas con pestillo y este señor salió inmediatamente detrás de nosotros, se acercó al coche y cuando vio que las puertas estaban cerradas insistió tocando en los cristales e intentando convencernos de que abriéramos las puertas. Mis amigos se reían y se lo tomaron como un juego y me hacían creer que abrirían las puertas porque yo tenía un susto y un miedo enorme encima, pero no lo hicieron y no consiguió entrar.

Recuerdo aquel hecho por el instinto de protección que tenía a pesar de que no sabía lo que había ocurrido.

La adolescencia:

Durante la adolescencia mi familia vivió cambios muy significativos: el cambio de casa, salimos de una vivienda donde había habido momentos muy difíciles para todos, y cambiamos de barrio, de zona. Aquello facilitó que cambiar de colegio, hecho que podía haber sido algo traumático para mí, lograra el efecto contrario al esperado ya que conseguí hacer amigos por primera vez en el colegio y en el barrio. Recuerdo sentirme muy feliz durante aquella época.

Mi hermana y yo empezamos a entendernos mejor a pesar de la diferencia de edad, hablábamos de más temas, es la fase en la que nos hicimos inseparables.

Recuerdo un suceso muy complicado y difícil de reconocer para mí.

Un día que estábamos en casa, mi hermano pequeño y yo con mis padres, ellos tenían una bronca más, mi padre gritaba más de lo normal, pero no le dimos importancia porque estábamos acostumbrados. De repente escuchamos un golpe muy fuerte y a mi madre llorar y gritar como no la había escuchado nunca. Mi padre le había dado un bofetón y recuerdo ver a mi madre arrastrarse por el suelo hasta la habitación escondiéndose de él. Y nosotros hicimos lo mismo en otra habitación. A pesar de que siempre le he tenido muchísimo miedo a mi padre, aquel día cuando abrió la puerta y vino a comprobar cómo estábamos, fue como comprobar que tenía la cara del demonio frente a mí.

No sé si antes o después de este suceso ocurrió el segundo abuso sexual. Como he comentado, yo me escondía de esta persona cada vez que aparecía cerca de mi, pero un día me pillo desprevenida: yo estaba jugando con mis amigos en la fuente y él apareció de repente en un sitio cerrado, yo no tenía escapatoria. Volvió a cogerme, volvió a sentarme en sus rodillas, pero en aquel momento yo tenía 10 u 11 años, mis amigos eran más mayores, a pesar de que eran más pequeños que yo, se dieron cuenta de que algo estaba pasando fuera de lo normal, se burlaron sin ser conocedores todavía de lo que estaba ocurriendo y él se asustó, yo aproveche ese momento para salir corriendo y escapar. No volví a verlo nunca más, pero aquel segundo abuso despertó en mí la capacidad de comprender lo que me había pasado durante esos años, de entender qué era lo que había pasado la primera vez y qué había pasado esa segunda, vez y por qué me había escondido de él durante tanto tiempo.

Después de eso vinieron meses confusos y llegó el momento más duro de mi vida: la muerte de mi hermana. Ella se fue y con ella mi pilar, mi base, mi esperanza de que alguien me salvara de lo que me pasaba, que ni siquiera sabía que era.

Recuerdo aquellos días como una pesadilla, como un sueño del que no podía salir, mi mente no podía aceptar que aquello estaba ocurriendo y era real, y así lo sentí durante años. Después de eso, rompí la relación con mi mejor amiga, quien era la única persona a la que le había comentado algo sobre el abuso. Y romper con ella era romper con mi infancia, romper con mis recuerdos; era lo más sencillo, y así acabó mi adolescencia y empezó mi juventud.

Juventud:

Comencé el instituto durante mi primera depresión: volví a no tener ganas de estar con nadie y empecé a encerrarme en mí misma como no lo había hecho antes. Mi prima me obligaba a salir con ella y sus amigos, aunque en realidad yo no quería, pero no sabía decirle que no.

Recuerdo aquellas noches como estar viendo una película en la que yo no quería participar: los escuchaba, estaba allí físicamente, pero mi mente vagaba por otros sitios.

También recuerdo el dolor de mi familia. Sobretodo que cada uno tomó un camino diferente para sobrellevar la muerte de mi hermana y que eso nos hizo separarnos más. Recuerdo por primera vez a mi madre venir a darme las buenas noches, aunque instantes después, la escuchara llorar sin consuelo en la habitación de al lado. Ella sonreía y me besaba como no lo había hecho antes.

Esa situación duró varios años, mi mente seguía esperando a que mi hermana volviera y que todo aquello solo hubiera sido una pesadilla. Se me paso por la cabeza el suicidio, era la única solución que encontraba para dejar de sufrir, pero sabía que aunque se me pasara por la cabeza no iba a tener valor para hacerlo, así que 3 años después conseguí acabar el primer grado de formación profesional y dejé de estudiar para ponerme a trabajar y ayudar a mis padres en casa. Ellos lo necesitaban, y no me lo pidieron.

Varios años después, sin esperarlo, me enamoré por primera vez del mejor amigo de mi hermano. Nos conocíamos desde hacía años, él pasaba mucho tiempo en mi casa, pero mi mente no lo había visto nunca de esa forma hasta que una noche lo escuche reír en la habitación de al lado y deseé volver a escucharle reír de esa forma. Así que, mientras duró ese primer amor pasé de la juventud a la edad adulta.

Adultez:

Pasamos varios años juntos con mi primer novio antes de casarnos. Recuerdo que durante el primer año fuera de casa de mis padres sentí como una explosión de felicidad para mí: no escuchar gritos a diario, no sentir ese sentimiento de culpa, de que cualquier cosa que hagas va a desencadenar una bronca, una discusión, creo que me relajé por primera vez.

Un año después llegó llegó mi primer embarazo, el de Lucas. A pesar de que yo pensaba que no quería ser madre, despertó de repente ese reloj biológico y arrasó con todo, como me suele pasar. Disfruté desde que supe que estaba embarazada cada segundo, pero su infancia me removió y me hizo recordar cosas que llevaban mucho tiempo olvidadas.

Aquellos recuerdos me hicieron hasta dudar de mi relación de pareja. Me llevaron por primera vez a sufrir ansiedad y me medicaron por ello. No podía parar, mi mente buscaba una solución, trabajando en casa, fuera de casa, ordenando, limpiando, pensando en los demás como siempre había hecho, pero había algo que Lucas había despertado dentro de mi y yo ya no funcionaba como hasta ese momento.

Por casualidad retomé el contacto con mi mejor amiga de la infancia y, meses después de volver a retomar la relación con ella, mantuvimos una conservación en la que le hablé del abuso sexual que sufrí. Ella conocía a aquella persona y me dijo su nombre. Yo no recordaba cómo se llamaba pero fue escucharlo y algo explotó en mi interior después de 30 años de silencio. Desde aquella tarde ya no conseguí olvidar lo que viví.

Una temporada antes comencé un proceso de terapia: de evolución, de reconstrucción. Llevaba unos meses recibiendo ayuda pero no sabía qué era lo que tenía que tratar. Desde aquel momento empecé a tenerlo todo más claro, al terminar la terapia acudí a un grupo de apoyo y he ido dando pasos y sigo dando pasos para conocerme y no avergonzarme nunca más de la persona que soy.

Lo que recuerdo sobre todo durante aquellos primeros días después de destapar el abuso fue que mi vida y yo misma, se convirtiera en un rompecabezas el cual no sabía por dónde empezar, no sabía como encajar. No sabía cómo arreglar tanto sufrimiento pero al final lo hice, como siempre he funcionado mejor, en silencio, poco a poco, sin descanso.

Y, por primera vez sola, o eso creía hasta que fueron apareciendo personas en mi vida que hicieron que todo esto fuera mucho más fácil, más sencillo y hasta divertido en ocasiones, aprendí a reírme otra vez.

Leave a Reply